LA IGLESIA FRENTE A LOS PROBLEMAS DE MÉRICA LATINA

 

PRESENTACIÓN

El texto es una especie de continuación del anterior. Los retos encontrados acá por la Iglesia latinoamericana originaron una “nueva teología”, vista con recelo y a la postre proscrita por la cúpula eclesiástica.

 

LA IGLESIA FRENTE A LOS PROBLEMAS DE MÉRICA LATINA

 

Proletarios – Campesinos

Mientras en Europa se vivía una época que podemos llamar “poscristiana”, las ex colonias ibéricas estaban en una situación más afín al feudalismo. Los retos que enfrentaba la Iglesia Latinoamericana eran muy diferentes de los enfrentados por la Iglesia europea. En vez de fábricas, acá había haciendas (estancias), en vez de los empresarios, los hacendados. Allá la explotación de los proletarios, acá la semi-esclavitud de los campesinos. Las guerras de independencia no habían cambiado sustancialmente el status de la población, compuesta por indios, mestizos, negros y mulatos (Brasil). Se hizo necesario un nuevo levantamiento armado; fue eso lo que ocurrió en México en 1910, un siglo después de la guerra de independencia. Aún así, la situación está lejos de una solución satisfactoria para el campesinado. Emiliano Zapata seguirá tercamente exigiendo tierra y libertad para el pueblo, carente de ambas.

A donde el sol más calienta

La actitud de la Iglesia católica en toda la América Latina aún después de la independencia fue siempre conservadora; siempre, casi siempre ha ido “a donde el sol más calienta”. Así consta, tanto en obras de carácter ensayístico (Prien, H-J: 1985) como en las de ficción (Pinillos, M-N: 1987). Poco a poco, sin embargo, la Iglesia, concretamente el cura que trata directamente con el campesinado explotado, se inclina en favor del mismo, distanciándose del latifundista. En Brasil, el primer obispo que asumió una actitud clara y decidida en favor de los explotados y contra los poderosos, propietarios y empresas multinacionales, fue don Helder Cámara.

Mientras tanto llegó 1962, año en que se inauguró el Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII. Las intervenciones de los obispos latinoamericanos durante las sesiones del Concilio fueron pocas y no muy significativas. Tampoco se produjo algún documento que tratara directa y exclusivamente de la problemática latinoamericana. No obstante, la atmósfera conciliar de renovación, de puesta en día (aggiornamento)de la Iglesia en general y de las iglesias locales específicamente, por una parte, y las expectativas del pueblo cristiano, por otra, no dejarían indiferentes aún a los obispos de las diócesis más remotas. No se podía esperar que el Concilio produjera un documento específico para la Iglesia latinoamericana. Esa laguna fue cubierta por la Encíclica Populorum Progressio (1967), un año después del Concilio y uno antes de la II Conferencia del CELAM d en Medellín. En varios pasajes Paulo VI parece dirigirse directamente a la situación socio-económica de América Latina.

Una nueva teología

Como punto de partida de la “nueva teología” o teología de la liberación puede señalarse el Concilio Vaticano II. Teniendo en manos los documentos conciliares más la mencionada encíclica, los obispos se plantearon el problema de la puesta en práctica de la nueva doctrina de la Iglesia. Las expectativas se dirigían hacia la segunda conferencia general del episcopado latinoamericano. Vale recordar que la primera había tenido lugar en Río de Janeiro en1955. El lugar fue acordado en vísperas de terminar el Concilio: sería en Medellín, Colombia, y el tema: “La Iglesia en la actual transformación de la América Latina a la luz del Concilio Vaticano II”.

En el mensaje que dirigen al pueblo presentando las conclusiones de la Conferencia los obispos usan un nuevo lenguaje. En él se detecta el clima posconciliar que se respira; se percibe asimismo la inquietud social en que vive el “Subcontinente”. A diferencia de las especulaciones teo-filosóficas tradicionales, los planteamientos de los líderes eclesiásticos en Medellín tienen como punto de partida la realidad latinoamericana. Lejos del optimismo ingenuo de otrora, reconocen que  “la multiplicidad y complejidad de los problemas (de América Latina) desborda este mensaje” (p. 14). Enseguida pasan a enumerar dichos problemas: “el hambre y la miseria, las enfermedades…, la gestión del bien común” (Ibid.). Declaran luego el compromiso que asumen:

“Creemos que estamos en una nueva historia. Ella exige claridad para ver, lucidez para diagnosticar y solidaridad para actuar” (Id., Ibid.).

VER, JUZGAR, ACTUAR constituirán el eje de la nueva pastoral latinoamericana a partir de entonces. Aquí vemos la “nueva teología en acción”. Ese actuar, iluminado por la luz del mensaje divino y ponderado por la razón tendrá como efecto la liberación del cristiano; liberación del pecado, liberación también de la situación pecaminosa de injusticia en que vive. Tenemos así glosada la definición dela “teología de la liberación: “reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la palabra de Dios” (G. Gutiérrez). No ofrecen una panacea para resolver los problemas que aquejan al pueblo. Tampoco asumen la actitud tradicional de mandar que hagan tal y cual cosa; es más bien un “hagamos”, “caminemos”… Declaran: “no tenemos soluciones técnicas ni remedios infalibles. Queremos sentir los problemas, percibir sus exigencias, compartir las angustias, descubrir los caminos y colaborar en las soluciones” (p. 15). No aportan soluciones; las buscarán caminando lado a lado con su pueblo.

Comunidades Eclesiales de Base (CEBs)

Las conclusiones de Medellín no las crean las CBEs, las identifican y señalan su importancia. La CEB es una “comunidad donde (el cristiano) debe vivir   la comunión a que ha sido llamado”. Y explica: “es una comunicad local o ambiental que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entres sus miembros” (p. 140). Las Comunidades serán, además, los agentes principales del ver, juzgar y actuar auspiciado por los Obispos.

Las CESB´s fueron células que reavivaron las es estructuras parroquiales, entidades con frecuencia enormes y ocupadas muchas veces por párrocos que se limitaban a la administración de los sacramentos de forma más bien rutinaria, un puro sacramentalismo. La vida cristiana de los parroquianos se reducía a la participación de la misa o de ceremonias en días y fechas especiales: Navidad, Pascua, funerales, etc. Una de las consecuencias de ese “culto de masa” es el anonimato de los fieles; declaran a Dios, padre y a Cristo, hermano, pero se ignoran recíprocamente como hermanos. Otra característica de las CEB´s su preocupación también por el aquí y ahora de sus miembros. La discusión comunitaria de los problemas que afectan a uno o más miembros de la comunidad, bajo la inspiración del mensaje revelado y contando también con las luces de la razón y del saber humano, se encontrarán   soluciones a los problemas que surjan en el pueblo.

 

De Medellín a Puebla

Las conclusiones del II CELAM tuvieron repercusión mundial. La Teología de la Liberación (TL) era recibida con júbilo por los cristianos progresistas y con sospecha por los grupos conservadores. ¿Qué dirían los Obispos de la III CELAM de Puebla (México)? ¿Cuál sería la “performance” del nuevo Papa? Las expectativas eran muchas. Así lo eran también los cabildeos que la precedieron. Sobre la tendencia del nuevo papa, polaco, había motivos para esperar de él un impulso hacia un “socialismo latinoamericano”; pero también podría temerse un rechazo casi instintivo a todo lo que se le asemejara. Dentro de la jerarquía católica se entabló una verdadera lucha. El nuevo secretario del CELAM era el arzobispo colombiano Alfonzo López Trujillo, acérrimo enemigo de la TL y, según se supo posteriormente, colaborador de la CIA norteamericana. Tan luego fue elegido el nuevo papa, Trujillo viajó al Vaticano para presionarlo contra la TL. También realizó las maniobras necesarias para que los nuevos directores del CELAM fueran de su agrado.

Trujillo aprovechaba cualquier ocasión para ganar adeptos a su cruzada contra los teólogos favorables al movimiento “Cristianos por el socialismo”. No tardó mucho en aparecer hacia qué lado se inclinaba el Papa. Ya en su vuelo a México para la apertura de la III Conferencia, escenificó un verdadero show respondiendo con “charme” y desparpajo a las preguntas de los periodistas. El tópico de cajón era fe y revolución. Preguntado sobre cristianismo y socialismo, excluyó simplemente la compatibilidad.  ¿Y si hubiera un tipo de socialismo que reconozca la dimensión religiosa y la garantice en la vida del Estado? También lo excluye, alegando inclumplimiento de la promesa. Sobre la Teología dela Liberación fue tajante: “Esa no es verdadera teología. Deturpa el verdadero sentido de los Evangelios. Los que la adoptan se desvían del camino trazado por la Iglesia”. Según este papa quienes empiezan empleando medios políticos dejan de ser teólogos (Berstein – Politi, o. c., p. 207).

Los teólogos de la liberación, con el peruano Gustavo Gutiérrez a la cabeza, sostenían que para salvar a millones de latinoamericanos de las condiciones opresoras en que viven “se podría aplicar el método social marxista de análisis sin aceptar el materialismo de la ideología comunista” (Id. Ibid., p. 214). Para el Vaticano, por consiguiente, para el Papa, quienes así piensan son herejes.

Una escena digna de recordarse fue el encuentro del Papa con una comunidad indígena de Oaxaca, sur de México. Los indios se habían congregado en Cuilapán, después de horas de caminar. El ilustre visitante llega del cielo, traído en alas de un helicóptero. Escogido para dar un saludo de bienvenida al Papa fue el indio zapoteca Esteban Fernández. Una vez repuesto de su asombro inicial logra dar el recado. Habla de la situación en que viven, el despojo que sufrieron y siguen sufriendo… Concluye: “S. Papa, pida al Espíritu Santo alguna cosa buena para nuestros pobres hijos”. El Papa responde con las frases piadosas que la Iglesia usa en esas situaciones, dice que no es justo que sean oprimidos y privados de sus derechos. Fuera de eso, nada. Algo concreto qua a corto, medio o largo plazo mejore la condición de aquellos miserables? Ni pensar.

Mientras tanto llegó el 28.01.79, la apertura solemne de la III CELLAM Puebla. Los allí presentes, miembros de la alta jerarquía de la Iglesia Latinoamericana, más los enviados de diversas entidades y orígenes, eran todo oídos para escuchar al nuevo Papa en aquel evento. En la primera parte de su discurso de una hora, el Papa insistió que la Iglesia latinoamericana debía alejarse del peligro comunista. En la segunda, dedicada a la justicia, la liberación fue usada varias veces. “La Iglesia tiene el deber de proclamar la liberación de millones de seres humanos”. Explica luego lo que entiende por tal: “liberación significa primordialmente liberarse del pecado y del espíritu maligno”. La liberación del alma está así explicada. ¿Y la del cuerpo, la de las estructuras sociales de injusticia y opresión que agobian al Continente latinoamericano…? Esa no urge, puede esperar. Indefinidamente, por lo visto.

El mensaje de Juan Paulo II fue “una llamada en el contexto latinoamericano, una reprensión al clero: que se alejara delos movimientos izquierdistas. Llevaba en su mente el propio modelo polaco de Iglesia y aprovechó el viaje a México para predicarlo al mundo entero” (Berstein – Politi, o.c., p. 213). No podían faltar los cabildeos: la Confederación anticomunista de un lado, y los Cristianos por el cambio, del otro. Los primeros publicaron en los periódicos la lista de los obispos y curas peligrosos. Entre ellos estaba Méndez Arceo de México y Helder Cámara y Pedro Casaldáliga de Brasil. Amnesty International, por su parte, preparó un informe con 17 mil presos políticos y 30 mil desaparecidos.

El largo invierno polaco

Si con Juan XXIII empezó la “primavera de la Iglesia” que culminó con el Concilio Vaticano II y sus inspirados documentos, con Juan Paulo II se inició el movimiento contrario. La descentralización del poder eclesiástico pasando parte del mismo a los obispos y a las conferencias episcopales, como lo había establecido el Concilio, se redujo notablemente; en varios aspectos se volvió a la situación pre-cociliar. Los líderes progresistas de las diócesis, conforme envejecían y se retiraban, eran sustituidos por los candidatos más conservadores. Preguntado el Papa en cierta ocasión por qué había nombrado  al más conservador y menos grato al pueblo católico, respondió con evidente disgusto: “la Iglesia es jerárquica, no democrática”.

La Iglesia Latinoamericana se sometió a las directrices del Vaticano. Algunos de los teólogos “liberacionistas” fueron llamados a Roma y sometidos a un interrogatorio que les hacía recordar los tiempos de la Inquisición. Uno de ellos fue el brasileño Leonardo Boff. Acabó dejando el hábito. Así puede seguir hablando y escribiendo con toda libertad. Por cierto con mucho éxito. En la “lista negra” del Santo Oficio estaba también el obispo Casaldáliga. Pero, estando ya retirado, poco pudieron hacerle. Mientras tanto él sigue escribiendo sus poesías, óptimo ropaje para el mensaje evangélico. Aquí va parte de una de ellas:

Me llamarán subversivo

Y yo les diré: lo soy.

Por mi pueblo en lucha, vivo.

Por mi pueblo en marcha voy.

 

Bibliografía

BERSTEIN – POLITI, Sua Santidade João Paulo II e a história oculta de nosso tempo. OBJETIVA, Rio de Janeiro 1996.

GUTIÉRREZ, Gustavo. Teología de la Liberación. Ediciones Sígueme, Salamanca 1990

PINILLA, Ma. de las Nieves. El sacerdote en la novela latinoamericana. UNAM, 1987.

PRIEN, H. J. La Historia del Cristianismo en América Latina. Ediciones SÍGUEMA, Salamanca (España), 1985.

MEDELLIN 1968. Conclusiones de la II CONFERENCIA de los Obispos latinoamericanos.

PUEBLA 1979. Conclusiones de la III CONFERENCIA de los Obispos latinoamericanos.

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